29 de junio de 2011

Perseguido (Continuación) Parte 2 de 4

        
Perseguido                                                                                                                                                                                             *Atencion se debe leer la anterior entrada para entender esta de aquí                             (Continuación)
El doctor Mark Vicuña miraba de reojo su espejo retrovisor, pensaba que quizás ya para ese momento habrían descubierto el cadáver  tirado a la deriva, en ese terrenal de Chorrillos. Pensó que quizás ya habrían hallado sus huellas dactilares y ya estaban concentrados en su búsqueda. Paso un fuerte trago de saliva, y suspiró. Se encontraba entonces en kilómetro ciento ochenta de la carretera hacia el sur. Ya oscurecía, por lo que decidió que mejor era estacionar el coche, descansar y al día siguiente seguir; estacionó entonces en una gasolinera algo rústica que había al lado de la autopista. Apago el motor  y por primera vez después de que huía, pensó en Ariadna, su hija. Ella lo era todo para ella lo era todo para él, lo era todo y Nadia lo sabía. Ahora el traidor de Alfonso sería su padre legal; pensó, mientras una lágrima recorría su rostro. Todo por los problemas de alcohol, de no ser por eso su vida hubiera seguido igual, y quizás nunca se le hubiera ocurrido hacerse el valiente e ir al rescate de esa chica, quien posiblemente quedó ultrajada o muerta.                                                                                                                                                                                                                                                             
No podía dormir escuchaba los gemidos, de aquel hombre a  quien asesinó,  fue en defensa propia, se repetía asimismo; no obstante igual un ser humano había dejado de existir por su culpa y eso era lo mortificante para él.
Amaneció, el sol radiaba con gran resplandor y lo poco que Mark había dormido, no era excusa para detenerse. Bajó del auto, se aseó en el lavabo, refresco su rostro; lavaba sus manos y sentía que estaban manchadas de sangre, que no salía, que lo dejaría marcado para siempre. Salió del baño y se dirigió a echar combustible a su auto. Por fin terminó, tomó su llave y encendió su auto. Pagó lo consumido, y emprendió su camino hacia el sur. Recordó entonces la bella hacienda, que su familia poseía en Ica; necesitaba experimentar, si la naturaleza de aquella hacienda, podría hacerlo olvidar, y vivir una vida de campo, una vida pacífica una vida feliz. Fijo entonces su destino, eran las once de la mañana y un cartelito le anunciaba que se encontraba ya en el kilómetro doscientos diez. Encendió la radio y en la estación de noticias informaban que se estaba iniciando la búsqueda del asesino se Wilmer Quispe Huamaní; un hombre cuyo cadáver apareció abandonado en un pampón en Chorrillos. El doctor Vicuña empezó a sentir su pulso acelerado, paso un trago largo de saliva, y pensó que  por fin algo de acción. Como buen abogado de la Universidad San Marcos, sabía que el sistema judicial peruana tenía grandes deficiencias, y que si no lo encontraban en los próximos días, el caso sería archivado, y el absuelto. Decidió dejar de pensar en ello, cambio la estación a una de música de los años ochentas, y manejó cantando y feliz hacia la haciendo donde había crecido.       

No hay comentarios:

Publicar un comentario