¿Puede un escritor conocer el amor?
II. La dura transcisión del amor a la soledad. 2 parte de 3
Luego de un mes, uno de los mejores de mi vida April, y yo tomamos la difícil decisión de darnos un tiempo. Mi vida no ha podido ser peor desde ese día, todas las noches camino solo en el parque donde la conocí, extrañando sus ojos, su perfección. La brisa de ese parque ahora me habla de un amor de verano, esos que duran poco, y que nunca se toman en cuenta, quizás ella lo tome así, sin embargo a mí me marco para siempre; cada vez que voy a este parque suelto una lágrima de lo que pudo ser, de lo que pudo haber sido si hubiéramos compartido más tiempo juntos, fui al árbol, a nuestro árbol, encontré la inscripción marcada por ella, parecía tan vieja, como si hubieran pasado años desde que se tallaron esas dos letras, en el tronco de aquel árbol. El recuerdo de aquello me hizo resquebrajarme, la extrañaba demasiado, la sola idea de verla en brazos de otro me enloquecía, en ese momento sentí que la había perdido para siempre......
***
Los días se me hacían cada vez más tormentosos, no quería ni salir todo me recordaba a ti. Todo me recordaba a ti, la música que escuchábamos, los lugares que concurríamos, era una tortura, no podía olvidarte, ese habrá sido mi castigo por no amarte lo suficiente, por no demostrarte mi amor a cada hora en cada momento que puede hacerlo, ahora pagaba esta pena inaguantable que era tener que olvidarla. Empecé a escribir poemas de la soledad arrepintiéndome de todo, me imagine en las calles de Paris, aquel que había visitado hace algunos años, solo cual hombre solitario de cuarenta y tantos años que no sabía que responder al significado de la palabra amor, que no conocía la felicidad, que vivía infeliz porque el destino lo había querido así.
***
Rápidamente sacudió su cabeza debía ya de dejar de pensar en ella, no podía se le hacía imposible, se sirvió un vaso de whisky, etiqueta negra, y dejo que el alcohol sumiera su efecto del olvido en el , el fino calor rozagante que deja un buen trago en la garganta solo es comparado con el calor producido por sus besos, por sus caricias, estaba destinado a morir solo, a vivir solo, a no ser aceptado jamás; estas y otras preguntas se hacia Thiago asimismo esperando encontrar una respuesta, pero no había respuesta la única respuesta la tenía el tiempo. Luego de varias semanas de constante agonía Thiago, se animo a salir de su casa, y dio un largo paseo por el malecón de Miraflores, aquel malecón con bella vista, desde el cual en un día sin neblina se podía divisar, toda la costa verde. El mar, la brisa todo lo hizo reflexionar, alguien le palmó el hombro, giró y encontró a una bella chica de ojos color miel, que sonreía avergonzadamente ante el bochornoso incidente.
– Hola ¿Qué tal? ¿Cómo te llamas?- le pregunto con una sonrisa de sorpresa debido a la confusión.
– Hola ¿Qué tal? ¿Cómo te llamas?- le pregunto con una sonrisa de sorpresa debido a la confusión.
– Mi nombre es, Ariana-. Le dijo. En ese momento supo lo que seguiría
- Tu, ¿cómo te llamas? le pregunto ella
- Mi nombre es Thiago.
- Que lindo nombre Thiago....-. Desde ese momento él ya sabia que por fin había olvidado a April.
Thiago Zaramir Ahmed
Lima, 2011
Thiago Zaramir Ahmed
Lima, 2011